Troposki resulta ser un joven estudiante de bachillerato de un colegio del este de la capital, el cual nació con un don de la naturaleza: un exagerado miembro mayor en tamaño que el resto de los mortales promedio.
El hecho en cuestión se remonta a una reunión para un trabajo del colegio, de esas típicas en las que dos trabajan y el resto de los manganzones se dedica a realizar cualquier tipo de barbaridad para matar el ocio.
Totalmente aburridos, aquellos ociosos, después de asaltar el bar del papá del dueño de la casa, se dedicaron a buscar a Troposki el cual estaba misteriosamente desaparecido. –
-¿Dónde estará Troposki?- se preguntaban.
Buscaron por toda la casa hasta que al fin se percataron de que nuestro héroe freak se encontraba encerrado en el baño.
Silenciosamente y con ánimos de jugarle una broma, se dispusieron a derribar la puerta de golpe para sorprender al amigo pero al final los sorprendidos fueron ellos… Troposki se encontraba sentado en la poceta practicándose un auto fellatio.
Al otro día el cuento corría de boca en boca por todo el colegio y hasta en las carteleras aparecían caricaturas del incidente.
Troposki no aguantó el chaleco ni la humillación pública a la que fue sometido, por lo que tuvo que cambiarse a otro colegio en donde el anonimato protegiera su salud mental.
Recordando una frase que dice que la mayor frustración del hombre es no poder hacerse un auto fellatio, no sabríamos realmente a quién catalogar de freak, si al joven Troposki de gustos exquisitos quien imitando al mono realizó un acto contra natura, o a sus compañeros quienes entre burlas y vituperios escondieron toda su envidia y su frustración.