BARQUISIMETO, EL ORIGEN DER CHIVO
«Me cuesta mucho decir la verdad, por eso a veces miento.»
Adrian ha sido mi vecino en el Yurubí desde que nací en 1975, me lleva como dos o tres meses de edad. Su familia es de Mérida y tiene barbilla de cuca. Adrian, no su familia. Aunque pensándolo bien, su familia también tiene barbilla de cuca. Déjenme hablar un poco sobre Adrian antes de comenzar. Adrian sin acento, como se hace llamar el mismo, es una persona amante de los animales. Ese mismo énfasis en aclarar que su nombre se escribe sin acento me llevó, de la misma manera, a colocarle aclaraciones a su apodo. Adrian sin eñe, Adrian sin hache, Adrian sin ka, son solo algunos de los innumerables apodos que Adrian sin acento ha cargado sobre sus espaldas desde entonces.
Cuando Adrian sin acento llegó del crucero, lo hizo con un surtido grupo de souvenirs que tomó prestado del barco en el que estaba. Ceniceros, vasos, servilletas y demás detalles adornaban la sala y demás rincones de su casa.
Por aquellos días los viejos de Adrián sin cu se encontraban en Caracas, en la casa de unos tíos. Ellos habían llegado a un pacto con Adrian sin acento y Daniel, un primo de Adrian sin hache intercalada, en el que ambos debían dirigirse al aeropuerto de Barquisimeto apenas llegaran del crucero. Adrian sin doble ve fue al crucero porque se graduó de bachiller. Daniel lo acompañó porque Adrian sin acento se graduó.
Daniel era un tipo muy distinto a Adrian, era mucho más alto y gordo que nosotros. Por la labia que tenía, y por ese bendito acento gocho que nunca se ha podido quitar, levantaba muchos más culitos que nosotros. También tenía barbilla de cuca.
Cuando llegaron a Barquisimeto nos encontramos en el estacionamiento del edificio
– Epa cabronzotes!!! Cómo les fue en el crucero? – Les dije al verlos.
– Coño, de pinga, mi pana!
– Qué van a hacer esta noche?
– Nos vamos para Caracas, mis viejos nos están esperando allá.
– Cómo? Tienes al apartaco solo y no vamos a organizar una fiesta??? Déjate de vainas!!! Llamamos a tu mamá y le decimos que te quedas esta noche aquí, que no conseguiste pasajes, si? No nos dejes morir – le dije a Adrian.
A Adrián le costó un poco aceptar la idea de tener una fiesta en su casa a escondidas, pero la presión social lo convenció. Le dijimos que no fuera marico y que se iban a ir al día siguiente, que no se preocupara, que le dijera a los viejos que habían llegado muy cansados y que les daba ladilla ir al aeropuerto, cualquier cosa.
La fiesta fue todo un éxito, aunque tuvimos que apagar la música y callarnos varias veces cuando sonaba el teléfono, no fuera a ser que fuesen los viejos llamando y nos pillaran en plena rumba – cuestión esta que se ponía mucho más difícil a medida que avanzaba la noche y la curda –.
Por supuesto, todos nos resolvimos con nuestros culitos, teníamos 17 años y la casa sola para nosotros, ¡qué vida!.
Fue ahí cuando conocí a Mireya. Era la propia sanfelipeña. Bien rellena, aunque no lo suficiente para mi pana El Negro Casale. Buen par de tetas y bien, pero bien perra. Una mujer de su contextura nunca podrá ser muy exigente en esto de tener relaciones. Tuve que empezar a pasar la noche hablando con ella porque las dos mujeres más buenas de la noche resultaron ser par de cachapas.
Mireya no resultó ser tan mal partido. Su relleno era un poco gelatinoso, pero como dice La Cloaca, el que coge feas coge más. Además, 17 años, recién graduado, ¿quién me iba a parar?. Lo único malo de Mireya es que me obligó a usar jabón azul por 2 semanas, pues me pegó tremendo ojo de pollo. Bien, eso pasó y aprendí a usar condones de esa manera, a los coñazos.
Daniel se había pasado toda la noche metido en el cuarto de los viejos de Adrián oyendo Queen a todo volumen para que no se escuchara la descucharación de la que era víctima Teresa. ¡Ah! Teresa, eso si que era un hembrón. Aquella jeva tenía los cocos más ricos de la fiesta. Después nos enteramos, de buena fuente, que rellenaba los sostenes con algodones. Pobres mujeres que creen que pueden engañar a los hombres. En aquel momento éramos unos chamos, fácilmente engañables, ojalá intentara eso ahora. Me gustaría haberle visto la cara cuando Daniel le ofreció una caja de gasa, porque se habían acabado las “motitas” de algodón.
Al día siguiente de la fiesta nos paramos como a las 12 del día, porque Adrian andaba asustado dando vueltas por la casa arreglando todo y nos despertó.
– ¿Qué coño e’ la madre estás haciendo?, pajúo – gritó Daniel mientras el cabeza de chola de Adrián recogía los vasos y las colillas de la mesa de noche del cuarto –.
– ¡Marico, párate! – balbuceó Adrian con voz de haber salido de noche solo por el 23 de Enero –, tenemos que irnos, mi mamá nos va a matar!
– No seas cagao –dije–. Agarra el teléfono y le dices a tu mama que te vas a quedar otro día, o es que piensas que me voy a quedar picao después de lo de anoche. Claro, como tú apenas pudiste mojar el pincel, pero nosotros lo que le dimos a esas mujeres fue puro Brushmaster.
Estuvimos durante más de 4 días haciendo una fiesta detrás de otra, el cuarto de los viejos de Adrian sin eñe parecía un sartén de vaquero, la verdad es que no pudimos pasarla mejor…