Adversidad fisiológica I

Por Jesús Rodríguez (chucho_rodriguez@yahoo.com)

Otra tarde más en el club. Esperaba que su fisiología no se manifestara como solía hacerlo. Sí, al pana le parecía una tarde apacible llena de más de lo mismo: Primero, la piscina. Seguramente la habrían limpiado del vómito de aquel niño que se metió justo después de comer. Y pensar que siempre pensó que lo de «no te metas a la piscina todavía, que acabas de comer» era pura basura paterna para aquietar al pequeño anticristo aunque sea por un ratico. Bueee… con vómito o sin él, igualmente se estaría bañando en miao ajeno. ¡Yo también me meo aquí!, solía pensar para aliviar su pesar.

Luego, se ducharía, se mudaría de ropa y jugaría un poco de pool, o tal vez algo de bowling. Pero no contaba con que su caprichoso esfínter le apartaría de su elitesco esparcimiento. Fue inevitable, justo dentro de la piscina, las ganas de evacuar su intestino grueso le embargaron. Era irresistible, su vientre se retorcía como coleto, y sonaba como el cielo antes de iniciar el diluvio universal. -¡Maldita comida de cafetín!- exclamó, e inmediatamente tomó aire profundamente, miró hacia la escalera de la piscina, literalmente arrancó fuerzas de lo más profundo de su ser y visualizó la vía más rápida para alcanzar el baño sin tener que tropezar con las viejas encopetadas amigas de su mamá que no lo pelaban con inagotables «¡qué grande estás!, ¡eres igualito a tu papá!, ¿y qué piensas estudiar?… mi hijo se gradúa en marzo…, ¿tu mamá ya dejó el lexotanil?». Sea lo que fuere a hacer, debía hacerlo rápido, el frío de la piscina comenzaba a enfriarlo y a aflojarle el barro. Se movió con rapidez a pesar de la dificultad de hacerlo dentro del agua. Sentía que el almuerzo hecho heces se le escapaba de las manos (o debo decir: Del ano). Salió de la piscina y apretando una nalga contra la otra se dirigió al baño de hombres. ¡Dios, parecía un tipo de esos que compiten en carreras donde no se puede correr, sino que se camina como un afeminado apurado!. Era realmente patético.

Nuevoriquismo en ciernes:

Logró esquivar con éxito a las obesas doñas de club, sin embargo, no contó con un obstáculo potencial, Ramón. Hombre de prominente barriga, tres guayas de oro (una más grande que la otra) que oscilaban sobre su pecho cubierto de negro vello que llegaba a poblar ciertos sectores de su espalda, pelo que crecía y se enmarañaba en un asqueroso mostacho a lo Pedro Lander, pero que lo abandonaba en su amplia cabezota que brillaba bajo el sol dominical. No bastándole con causar tal repugnancia, Ramón ostentaba un traje de baño de lycra tipo tanga de brillantes colores contrastantes que se sobreajustaba a su enorme y también peludo trasero. El espécimen en cuestión era un desdeñable nuevo rico sumido en un delirio de whiskys y tequeños rancios que ingería desde hacía más de tres horas, mientras alardeaba por todo el perímetro de la piscina sobre su vertiginoso éxito gracias a unas agencias de loterías y una pollera de dudosa reputación.

Ramón, interpeló al panita, cuyo ano estallaría de un momento a otro, con su peculiar y etílico hablar (léase con el tono de voz de Yanis Chimaras en Amaneció de Golpe, pero medio borracho):

-Coye, coye… mira… ¿’tas apura’o?… coye, necesito hablar con tu papá… tu sabes, por lo del negocito. Dile que tengo todo listo en la aduana, que no se preocupe… ¿pero… ‘tas apura’o?

El pana ya no aguantaba más, el relojote de oro mal apreta’o a la muñeca, se sumergía a medias en el whisky adulterado cuando Ramón le daba vueltas al hielito con el dedo índice chupándoselo luego. El pana, literalmente se estaba haciendo pupú en el traje de baño, no sabía qué decirle, las ganas de chagar mermaban su capacidad de raciocinio. Era impresionante el efecto que tenía la suciedad de su intestino sobre su intelecto, de tal manera que le dijo lo primero que le vino a la mente: «A mi papá lo andan averiguando por unos reales que hizo cuando era juez en el tribunal, ¿sabes?. O sea que no quiere mucho rollo ahorita». Mientras decía esto, casi se le escapaba una muestra gratis fecal de entre sus nalgas, pero estranguló su esfínter quien ya parecía hablarle con los continuos flatos que despedía sin poder remediarlo. Acto seguido, de sopetón le pasó por un costado a Ramón, dejando un desagradable aroma que le haría recordar la efímera conversación por un buen rato.

Había llegado al fin al baño, se sintió el ser más afortunado del mundo. En este tipo de circunstancias sus metas y más remotos anhelos parecíanle los caprichos más simples y banales que cualquier imbécil pudiera imaginar. ¿A quién le importaba graduarse de la universidad en cinco años, a quién le importaba dejar de ser virgen, a quién le importaba acostarse con su novia de hace más dos años, a quién le podría en lo más remoto interesar tener un trabajo estable, enorgullecer a una madre excéntrica adicta a los tranquilizantes y a un padre ambicioso de oscuros procederes… ¡¡¡Cuando te estás haciendo pupú!!!?.

Reflexión:

Para algunos hombres, el baño de caballeros difícilmente podría llegar a significar algo más que orine rancio y heces fecales ajenas en la poceta escogida, todo debidamente acompañado de dibujos y obscenidades que ornamentan sus puertas y paredes. El sentir más lejano y profundo que podría surgir de la interacción baño-hombre en el alma de cualquier mortal, quizá sería el sitio donde poder desahogar sus penas fisiológicas se convierte en un tesoro, un lugar apacible e indulgente, un espacio para el reencuentro con nuestro alter ego, ese otro yo que se está haciendo pupú. Sin embargo, el individuo siempre tan ensimismado en sus intereses materiales y agobiado por los quehaceres mundanos, tan sólo llega a tener conciencia del incalculable valor del baño de caballeros cuando ya es demasiado tarde para reflexionar acerca de ello; profanando así el acto con sus insulsas y desagradecidas nalgas.

De vuelta Cagueta:

El pana una vez en el baño y con sus inflamadas tripas a reventar, caminó apresurado, descalzo y sin contemplación sobre lo charquitos de orina que se empozaban alrededor los inodoros. Abrió una de las puertas y contempló con ojos vidriosos una deplorable pero, para los efectos, flamante poceta. Inevitablemente, una lágrima rodó por sus cachetes quemados por el sol de la piscina. Arrancó el nudo de sus bermudas mojadas, las bajó hasta los tobillos junto con sus húmedos interiores, y se dejó caer sobre la fría y blanca cerámica sin ningún tipo de remordimientos. ¡Al diablo los microbios, pana!, pensó.

El churro excrementicio salió disparado con extraordinaria facilidad. Al poco rato el momento pareció cobrar un carácter bíblico, pues las heces parecían multiplicarse cada vez más, tal y como una vez lo hiciera Jesús con el pan y el pescado atendiendo el hambre de su séquito. Fue en ese instante que el pana se dio cuenta del repugnante olor que su porquería producía, por lo que decidió bajar la poceta tantas veces como fuera necesario para que la fetidez se disipara y no se incrementara con el churrero que salía de entre sus nalgas. No obstante, el panita no contaba con que el sistema que hacía funcionar al maravilloso artefacto que lo emanciparía estaba más dañado que la alarma de incendio de un edificio y, al bajar la palanca, el remolino que se formaría en su interior, en lugar de bajar con todo el excremento, subió impetuosamente.

El pana notó este imprevisto cuando sintió que sus nalgas se mojaban, se levantó vertiginosamente y salió del cuchitril, pero la infame poceta realmente no servía, era desesperante ver como el agua asquerosa se desbordaba y corría por el suelo y los pequeños «submarinos» escatológicos salían a flote para caer sobre el prestigioso suelo del baño de caballeros del club caraqueño. Frente a la impotencia, el pana estaba completamente bloqueado, era llenarse los pies de aguas negras y arreglárselas luego o salir corriendo de ahí… y arreglárselas luego.

La segunda opción le pareció más viable, así que pegó la carrera fuera del baño. Una vez afuera, oculto entre la gente, fue cuando notó que aún tenía las bermudas y los interiores al nivel de los tobillos, además de las nalgas asquerosamente «enlodadas».